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El mensaje de la Reforma Protestante en cuatro doctrinas

Martín Lutero clavando sus tesis

La Reforma Protestante se sigue considerando el suceso más importante que forjó un hito para una auténtica identidad evangélica, en medio del turbulento contexto religioso contemporáneo.

El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg, dando inicio al movimiento que se conocería como la Reforma Protestante, de la cual, directa o indirectamente, surgieron las diferentes iglesias evangélicas. El interés por la Reforma no es el de un anticuario, sino el de verificar su identidad, significado y relevancia para nuestros tiempos, con el propósito de inspirarnos en la fe que allí se vivió. 

Las tesis de Lutero representan un hito en la recuperación de la sana doctrina. Registran el inicio de la teología que dio origen a la Reforma en la Iglesia. Si bien aún hacían referencia a vestigios del catolicismo romano, como el purgatorio, el papado, los santos y María como madre de Dios, sin refutarlos inicialmente, ya podemos percibir, en ese momento, las formulaciones embrionarias de las doctrinas que caracterizarían la identidad protestante.

De hecho, Lutero no elaboró ​​nuevas doctrinas, sino que, al retomar la Biblia como fuente de conocimiento teológico y espiritual, dilucidó el mensaje contenido en las Escrituras que había quedado sepultado bajo los escombros de la tradición medieval. Podemos resumir el mensaje de la Reforma en algunos postulados:

1. La autoridad de las Escrituras:
De manera sutil, durante la Edad Media, las tradiciones se convirtieron en el factor fundamental para determinar el contenido de la fe y la moral. Un cúmulo de ideas erróneas oscureció el mensaje bíblico. La Reforma rescató y restableció las Escrituras como la fuente suprema y definitiva de conocimiento de Dios y su voluntad, tanto para el individuo como para la Iglesia.

2. Justificación por gracia mediante la fe:
La Reforma, desafiando la concepción católica romana de la salvación por méritos a través de las obras, cuyo símbolo distintivo era la venta de indulgencias (compra del perdón), restauró la enseñanza bíblica de que la salvación (el perdón, la aceptación ante Dios y la santificación) es un don gratuito de Dios para quienes confían en Jesús como su salvador. La salvación no se puede comprar, sino que procede de la misericordia de Dios hacia el pecador que se vuelve a la cruz de Jesús.

3. La centralidad de Cristo: La Iglesia Católica romana exaltaba al Papa como cabeza de la Iglesia y representante terrenal de la esfera celestial. María y los santos también eran mediadores e intercesores ante Dios. La Reforma enfatiza que Cristo es el único mediador entre Dios y la humanidad. Solo Él tiene el poder de perdonar eficazmente los pecados. Su obra en la cruz es suficiente y exclusiva para nuestra salvación. Él es quien intercede ante Dios, como abogado, por quienes confían en Él.

4. Sacerdocio universal de los creyentes:
 A diferencia de la enseñanza que afirma que solo la jerarquía eclesiástica (el clero) constituye el sacerdocio autorizado para representar a Dios ante los hombres, y viceversa, la Reforma enseña el sacerdocio universal, es decir, que todos pueden presentarse ante Dios, estudiar su palabra y ser agentes en su servicio. Si bien reconoce vocaciones eclesiales específicas, la Reforma afirma que todo el pueblo de Dios es la Iglesia, una Iglesia donde todos están llamados a servir a Dios.

- Con estas y otras afirmaciones, los reformadores lograron reducir al mínimo la distancia entre la iglesia medieval y el modelo observado en el Nuevo Testamento. Si bien la obra de la Reforma no concluyó —y sus herederos espirituales comprenden que la iglesia reformada se evalúa constantemente a la luz del estándar bíblico—, la Reforma sigue siendo un referente para una auténtica identidad evangélica, en medio del turbulento contexto religioso contemporáneo.

Estas doctrinas propiciaron una tremenda transformación social porque, en realidad, constituían la plataforma para la liberación personal ante Dios.
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