
La señora ya no pudo aguantar más, y exclamó: “¡Pero, Pastor! deténgase. Yo no quiero aflicción y tribulación, quiero paciencia”. “Bien”, dijo el Pastor, “La tribulación produce paciencia”.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”. (Romanos 5:3)
y que la paciencia tenga su obra perfecta,
“Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. (Santiago 1:4).